sábado, 28 de noviembre de 2009

A day with the boys



"A DAY WITH THE BOYS doesn't impart a "story" so much as an all-encompassing experience."



Entre las imágenes tan hermosas, bucólicas, como la idealización de la infancia, y una música nostálgica de cuento de hada, con coros semi celestiales. pero con unos matices violentos de vez en cuando, una frecuencia ensordecedora, para volver al viento, silencio, juego. A ratos pareciera música hecha con juguetes, un pequeño tambor, una flauta.
Mientras tanto, juegan.





Por una parte creo que el final es parte del juego, del mundo que han creado ellos mismos, por otra, no lo sé, parte de ser niño es no saber cuáles son los verdaderos riesgos o consecuencias, no entender el límite. Y puede ser el límite de la imaginación de éstos, el límite real jugando con el empresario. Talvez simplemente sea un grupo de niños mercenarios, pero no lo creo.




The Direction
In his bold, poetic approach, Clu Gulager manages to pack a decade's worth of experimentation into a fast, economical 20 minutes. Images dissolve and bleed into one another, freeze-frame and turn into paintings. Gulager also utilizes different camera speeds and even (and this is something I haven't seen before) the grain of the film to achieve his effects. Laszlo Kovacs' sun bleached photography helps immeasurably in streamlining such techniques into a powerfully eccentric, disturbingly compelling narrative. Far from pretentious (the word I'd use to describe most "experimental" films from the late sixties), this film comes off both as a celebration of childhood innocence and an uncompromising examination of its darkest extremes. And furthermore, Gulager and Kovacs achieve what may be the most unsettling final freeze frame ever.


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